El hombre sin rostro

“…La vida tiene soluciones para todo…”, esta es la frase que ronda los rincones de mi mente en esta fría noche de otoño, mientras paseo sin voluntad por el parque sin nombre.

      A cada paso que doy cada escena se me antoja mas irreal, los bancos donde los vagabundos pasan sus mejores momentos soñando con lujurias y banquetes, la gente caminando orgullosamente ajena a su insignificancia en este mundo, las hojas desprendiéndose de los árboles describiendo sugerentes figuras impulsadas por el viento que a su vez trae a mis oídos una extraña melodía que hace palpitar mis entrañas…

       En contra de mi voluntad me decido a sentarme en un banco apartado de las miradas de los transeúntes, meto la mano en un bolsillo y saco mi paquete de cigarrillos baratos con el que espero irme a la otra vida por algo ajeno al tiempo. Enciendo uno de mis pasaportes al infierno y lo voy desintegrando ansiosamente en mi boca sin apartar la vista de un punto infinito, por cierto, me llamo Miguel Arribas aunque eso ya poco importe ya que un nombre conlleva un pasado, una identidad, y la mía se ha perdido como una vulgar colilla en un bar de mala muerte hace unas horas, dejándome sin rostro, convirtiéndome en la nada, el silencio…

      Y pensar que ayer mismo me pavoneaba delante de mis compañeros de la facultad por mi incomparable vida perfecta, ¡COMO PUDE SER TAN INGENUO, pensando que la perfección existe!.Pero esa venda que a todas las personas se les quita bien sea más tarde o más temprano, se evaporó de mis ojos descubriéndome la palabra más temida por todos los seres del universo, SUFRIMIENTO.

      Llegué a mi piso compartido un rato más temprano de lo normal con una única frase pegada en mi frente que hacía bailar a mis pies en cada escalón de la escalera“¡Me ha dicho que si! ,¡me ha dicho que si!”.Volando en esta nube llegué a la puerta de mi apartamento y abrí la puerta con esa sonrisa que solo tienen los enamorados, esperando encontrarme con mi princesa azul.

      Entré y unos extraños gemidos llegaron a mis oídos, “¿Alguien se ha dejado la televisión encendida?” pensó mi cerebro mientras mi corazón ya lloraba desconsoladamente, allí estaba la mujer de mis sueños ,mi futura esposa, la más bella de todas las musas, cabalgando sobre un trípode de raza negra cual vaquero del oeste persiguiendo encarecidamente a los indios. A partir de ese momento una laguna apareció en mi mente y solo recuerdo el pronunciar la palabra puta repetidamente seguida de todo tipo de sustantivos para intensificar su significado.

     Salí de allí con la única idea de despejarme y caminar, lo juro, únicamente dirigido por el viento. Pero el viento es caprichoso así que 45 minutos después me encontraba subiendo las mismas escaleras con un revólver en el bolsillo derecho de mi abrigo. No me preguntéis de donde lo saque ya que solo el mismísimo diablo sabe donde la cargó.

     Desde entonces el tiempo ha dejado de existir, estas horas me han parecido decenios, y ahora aquí me encuentro con dos balas menos en el tambor buscando solución a lo insolucionable. Una ráfaga de viento me trajo a los oídos la palabra suicidio,…¡NO!, no puedo matarme como un vulgar asesino ya que sería rebajarme a morir como si hubiera sido un fracaso de mi persona, convirtiendo en mártir, a la causa por la que tengo estos dilemas.

     He visto tantas veces este tipo de historias en películas de Hollywood que no puede ser real, pero después de pellizcarme por décima vez comprendí el significado de la frase que tanto gustan de utilizar los presentadores de televisión “La realidad supera a la ficción”.

     Pero, ¿Qué hacer ahora?, ¿Qué sentir?, IRA, REMORDIMIENTO, SATISFACCION, CULPA… todos son sentimientos secundarios provocados por la misma palabra AMOR, cuatro simples letras que rigieron el mundo en el pasado, lo gobiernan hoy en día, y lo hará mientras seamos personas.

     Todo lo demás son vulgares complementos para intentar paliar su falta o intensificar su sensación, pero en mi caso simplemente es un recuerdo, así que aquí estoy sentado en un banco del parque sin nombre sin saber que hacer o sentir, decididamente “La vida no tiene soluciones para todo”…

                                                                                                        Marzo 2007